Historia de la depilación.

Mucho antes de que sintiésemos ese tirón acompañado en la mayoría de los casos de un aroma penetrante capaz de proporcionarnos la misma dosis de satisfacción y dolor, nuestros más antiguos antepasados ya lo habían experimentado en su piel. Pocos son los momentos en que nos detenemos a pensar en la trascendencia que ha tenido este universal "invento", tal vez por lo simple que resulta a nuestros ojos.
El origen de la depilación muy posiblemente esté asociado a las dos funciones que de forma más común han propiciado el origen de las grandes pautas y demandas de la moda actual como son el tatuaje y la cosmética, es decir, la función religiosa y la terapéutica.

El acto de depilar en el Antiguo Egipto
El acto de depilar fue datado por vez primera en el Antiguo Egipto, hacia el año 1500 A.C. y documentado mediante el famoso papiro de Eber, un texto egipcio con preceptos sobre medicina y ocultismo. No resultan desconocidas para nadie las condiciones climáticas de las tierras del Nilo, de elevadas temperaturas y zonas cálidas, incluso en aquellos días en que los valles eran más frondosos y fluviales que hoy. En ese contexto, no es difícil imaginar la imperiosa necesidad de mantener la más estricta higiene para sus habitantes. Quizás por esta razón la civilización egipcia le dedicó un meticuloso cuidado a la imagen personal.
En este campo, la depilación al igual que el gusto por los ungüentos y aceites esenciales jugó un gran papel sobre todo para el género femenino. Imágenes de faraones practicando estas actividades halladas en frescos y mobiliario sacro -como es el caso de la decoración de tronos reales- y numerosos utensilios de pequeño tamaño utilizados para el aseo y el cuidado del cuerpo atestiguan esta afirmación.
Curiosamente, estos objetos encontrados en tumbas que recogen rasgos y costumbres de la vida cotidiana y otros, asociados con espacios de tipología religiosa, advierten de su carácter paralelamente ritual.
Si para algunos en esta civilización, el hecho de portar barba constituía un deber oficial, como le ocurrió a la reina Hatshepsut que para sentirse aceptada por su condición femenina por sus súbditos se vió obligada a hacer sus apariciones públicas como personaje barbado, erigiéndose en el primer caso de travestismo de la historia, para otros la eliminación completa del vello por medio de diferentes métodos de depilación se hizo un acto por más de un motivo necesario.
El ideal de belleza femenina encarnado en la mujer del faraón consistía en un cuerpo despojado por completo de vello, como ejemplo de pulcritud y pureza moral.
La utilización de la sangre de animales, conchas de tortugas como objeto cortante, gusanos y grasa de hipopótamos fueron algunos de los recursos más empleados. Pero sin lugar a dudas, el más relevante fue una sustancia similar a nuestra cera que podía obtenerse de dos formas: o bien, mediante una amalgama de azúcar, agua y limón conocida como cera de azúcar o, simplemente, mediante la combinación de aceite y miel.

La belleza en el mundo greco-romano
Mientras tanto, al otro lado del Mediterráneo en la Grecia Clásica donde el cuerpo humano era símbolo de proporción y armonía las técnicas de sus vecinos egipcios no tardaron en ser imitadas. El fin era conseguir un cuerpo bello y liso como lo eran las representaciones de las diosas, pero había algo que no se debía descuidar y que tenía un contenido simbólico: el valor añadido de la juventud y la inocencia de aspecto andrógino, rasgo predominante de esta cultura.
Poco les influyó a los antiguos griegos, afortunadamente, el gusto por el riesgo que supieron imprimir al cabello con aquellos colores vivos y efímeros, de los cuáles fueron maestros, o su temprana afición a las uñas de porcelana. Ante el acto de la depilación se comportaron de una forma mucho más convencional.
Roma, sin embargo, vivió la depilación con más fruición. Tal vez por su vocación licenciosa afirmada sobre todo en su período de ocio imperial y el relajamiento de costumbres. En este sentido, Domiciano se aplicó a fondo y puso especial interés en depilar completamente a toda mujer u hombre con el que mantuviera relaciones.
La afición del Imperio Romano por los asuntos de cosmética fue tal que emulando a Calígula, que solía disfrazarse de Afrodita maquillado como una libertina para salir de incógnito por las calles de Roma y ofrecerse a los mancebos, Popea, la mujer de Nerón pasó a la historia, entre otras razones, por su famosa mascarilla de pasta y leche de burra más conocida como 'mascarilla de Popea', aplicable sobre el cutis.
La depilación tuvo igual aceptación. Se le llegó a conferir tanta importancia a esta actividad que habían esclavos sólo especializados en ella. Se servían del philotrum, lo más parecido a nuestras cremas depilatorias, así como también de las volsellas, una especie de pinzas y cómo no, de la cera hecha a partir de resina o brea.
Según se ha podido constatar en las múltiples imágenes del Fayum, se veía con buenos ojos que en las mujeres el vello de las cejas se juntase sobre la nariz. En caso contrario, podían auxiliarse con huevos de hormigas y moscas secas para eliminarlo. Sin embargo, igual permisividad no se tuvo para otras partes del cuerpo.
Las termas romanas fueron testigo de este criterio. Al ser el lugar de reunión social en el que pasaban innumerables horas, el cuidado corporal no podía dejar de tener como colofón la aplicación de masajes, el uso de exfoliantes y la depilación en la que cada zona pilosa del cuerpo debía ser rigurosamente tratada: brazos, piernas, axilas, parte superior del labio e incluso, el interior de la nariz.
No es hasta el siglo XIV que se produce un fenómeno bien curioso: la depilación de las sienes con el famoso oropimente. Los altos tocados de las damas se vieron enaltecidos por la depilación de la frente y las cejas a base de arsénico y cal viva hervida en aceite proporcionada de forma clandestina por curanderos. En el supuesto de desear una depilación definitiva se podía optar por sangre de murciélago y en su defecto, cicuta.

El siglo XX: tecnología y depilación
El verdadero promotor de la depilación fueron los locos años '20. Jóvenes parisinas y americanas cuando la moda de las faldas cortas mostró sus piernas, se vieron en la necesidad de depilarlas con frecuencia. Los salones de belleza con depilación a la cera proliferaron por todo París desplazando a la incómoda maquinilla de afeitar. La predilección de esta técnica que arrancaba el vello de raíz y que retardaba su crecimiento en tres o cuatro semanas cuenta hoy en día con algunas modalidades: cera de frutas, cera fría, bandas de papel. Este tipo de depilación tiene aún hoy muchos defensores por ser el más económico y de más fácil aplicación sin efectos perjudiciales.
Las pioneras de los años '50 prestaron su cuerpo para los primeros intentos de depilación eléctrica que consistía en eliminar el vello mediante una corriente eléctrica que destruye las células responsables del desarrollo del folículo piloso. Se trata de un método seguro y eficaz, pero con resultados visibles a largo plazo y aconsejable para personas con vello claro y de pieles más oscuras a las que no les es efectivo otro método de depilación posterior.
La depilación por láser, por su parte, fue descubierta en la década de los '80 por un grupo de científicos americanos y se ha extendido ampliamente en los últimos diez años. Como consecuencia de los estudios para eliminar el vello mediante un haz de luz intensa que se concentra en el folículo e impide su nueva aparición, garantiza resultados duraderos.


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